SONO LANDON en esperanto significa: tierra sonora. Entre este paisaje digital rodeado de bits, elijo sembrar en esta virtualidad de la nada, mis trabajos vinculados al espacio sonoro. Una palabra veloz en el aire, una nota suspendida en el espacio, un ejercicio para matizar el silencio.
SONO LANDON in Esperanto means: earth sound. Among the digital landscape surrounded by bits, I choose to plant in this virtuality of nowhere, my work related to sound space. A quick word on the air, a note suspended in space, an exercise to refine the silence.

domingo, 2 de mayo de 2021

Breve antología personal de poesía musicada 2002 - 2015


En el principio fue Leo Antúnez y un fogonazo de furia inexplicable, luego vinieron Los caballos perdidos de Macunaíma y la pesada oscuridad de Calcagno. Más tarde las patas de gallinas de Bardanca y el Zumo negro de Bravo. Igual todo eso parecía lejano, algo que provenía de una galaxia inalcanzable. Pero de pronto aparecieron los Gallos Humanos encendiendo la mecha, mordiendo su locura para odiarte cara a cara. Esto evidentemente era otra cosa, había más conexión, más empatía, éramos de la misma generación, teníamos las mismas frustraciones, las mismas utopías.
Así empezó todo, viejos caseteros comprados en la feria, conexiones caseras sin soldadura, uno sonido que se iba sobrescribiendo con cada cinta borrada y vuelta a grabar. Los noventa no sólo anunciaban el fin del milenio sino que también nos permitirían vislumbrar el fin de un modo de entender el hacer cultural. El óxido corrosivo del DIY, del fanzine xerográfico o la cultura casete debilitarían las férreas estructuras del canon establecido, conformarían la cabecera de desembarco para recuperar los viejos ejercicios schwitterianos de la escuela Merz.
Unos pocos años más y la Red extendería su alcance sobre la Aldea Global, las Metrópolis y sus embajadores del buen gusto comenzarían a ser cuestionados, sus sacrosantos saberes se tambalearían peligrosamente a partir de las miradas escrutadoras-demoledoras que surgirán por doquier en la periferia circundante. Los minúsculos Puertos-Ciudades ya no serían necesariamente la ruta por dónde circularía la información.
Así comenzamos en Maldonado, sin ningún tipo de atadura o referencia canonizada, primero fueron los Asesinos en Canoa, después Simulacros de Palabras, El Club de los Poetas Violentos, el variopinto ciclo Tristes Tigres y otros proyectos.
Las luminarias mencionadas al principio fueron inevitables destellos a seguir, ese proto-punk poético de Ántunez, los vericuetos de la palabra calcagñesca, el ritual hedonístico de los noventa y toda la información que iba encontrando en aquella navegación azarosa y libre que todavía permitía la Red, fue la argamasa proteica de los comienzos.
El poema musicalizado de larga tradición en el Uruguay, transitaba por otra senda con una densidad monolítica inalterable, la canción y la música de raíz telúrica, a veces con un dejo arrabalero, otras más latinoamericano, la lectura encaramada en el cuasi mimetismo de la voz de sus autores con la escritura o el vibrato declamatorio de actores profesionales comenzaba a resquebrajarse lentamente. El poema reclamaba otro ritmo, más al tranco percusivo de épocas convulsionadas por un pogo-ritual globalizado.
Esta decantación de todo lo escuchado se fue moldeando en esa fragua de divagues que son los Estudios de Grabación MT, un laboratorio sonoro que dio cabida a todas las ideas disparatadas que iban surgiendo. Me queda claro que sin la paciencia y la intuición de Mauricio Trobo esto difícilmente hubiera sido posible. Y los diferentes músicos que participaron en los variados proyectos dieron lo mejor de sí, subidos a un barco con dudosa flotabilidad al que lograron llevar a buen puerto.
La palabra “musicalizado” necesita una masticación de muchas sílabas, el término homónimo portugués “musicado” es más saboreable al paladar y por eso prefiero utilizarlo antes que el español. Estos poemas musicados recorren un buen trecho de mi trabajo en ese campo. Obviamente mi incursión en estas mezcolanzas es anterior al 2002, ya que a mediados de los noventa formé parte de un colectivo llamado Asesinos en Canoa en el que escritores y músicos pasábamos largas horas improvisando poemas y sonidos en una atmósfera de furibundo caos creativo. Luego con proyectos como Jagat Mangalam o Pasajeros, fui encontrando una estructura en la que podría perfilar más a gusto mis ideas. Paralelamente a estas experiencias de poesía musicada, fui trabajando otros proyectos más personales, más experimentales que son preferentemente a los que me he ido abocando con mayor pasión en los últimos tiempos. La vuelta a mis comienzos, en el que puedo dirigir toda la producción de mi universo sonoro.
En todo caso, espero que valga esta selección, que no recoge todo lo hecho ni a todos los amigos con los que compartí gratas horas de trabajo colectivo, pero en todo caso es una selección amplia y al mismo tiempo breve, 13 años de mi trabajo sobre el poema musicado por estas tierras letradas. 

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